De norte a sur, fueron numerosos los pueblos que habitaron la Península Ibérica, desde celtas, suevos, visigodos, lusitanos, romanos, árabes y cristianos. Centrándonos más en Portugal y dirigiéndonos hacia el sur, hacia el Algarve, esta región cuenta con un vasto patrimonio dejado por estos pueblos, que todavía hoy se sigue estudiando.
A pesar de los diferentes pueblos que pasaron por el Algarve, el que más destacó fue el pueblo árabe, y este pueblo fue el creador de su nombre, que significa “el oeste”. Mucho antes de la Reconquista cristiana, el Algarve formaba parte de la Andalucía musulmana, lo que dio origen a la expresión Algarbe Andaluz que significa “Andaluz Occidental”.
Además del nombre de la región, los árabes nos dejaron un vasto patrimonio que va desde los utensilios utilizados en la vida cotidiana, hasta la arquitectura y las leyendas e historias que caracterizan cada lugar de la región del Algarve.
Respecto a las leyendas, la más conocida es la Leyenda de los Almendros en Flor, que presenta la aparición del Almendro por parte del pueblo árabe y también nos da conocimiento de la famosa Primavera del Algarve, que se produce a mediados de febrero, donde los campos de se visten de blanco, que recuerda a la nieve, donde se puede deslumbrar con los almendros en flor.
Leyenda de los Almendros en Flor
Hace muchos siglos, en la ciudad de Chelb (Silves) vivía un rey árabe Ibn-Almundim, distinguido por la gente como victorioso - se decía que nunca había sufrido una derrota. De todas las batallas ganadas, la que enfrentó con los pueblos del norte de Europa fue la más destacable. Fue allí donde conoció a Gilda, una princesa rubia de ojos azules que había estado presa. Encantado, el rey le devolvió la libertad, habiendo alimentado un fuerte afecto que, con el tiempo, se transformó en una bella historia de amor.
La pareja vivía muy feliz, hasta que Gilda comenzó a enfermarse. Magos y sabios de todo el mundo visitaron el reino para encontrar una cura para la princesa, pero fue en vano. Siendo Gilda del Norte, acostumbrada a un clima opuesto a la temperatura del Algarve, parecía no haber forma de detener su dolor. Siendo Gilda do Norte, acostumbrada a un clima opuesto a la temperatura del Algarve, parecía no haber forma de detener su dolor. Un viejo cautivo de las tierras del norte pidió ser recibido por el rey, revelándole que lo que sufría la princesa era la nostalgia de la nieve en su país. Por ello, el rey Ibn-Almundim mandó plantar almendros por todo el reino, para cubrir la tierra de pétalos blancos y simular el tono de la nieve.
Así se hizo, y para la primavera siguiente el reino ya estaba cubierto de almendros en flor. El rey llevó a Gilda al jardín y ella, al ver el tono blanco que pintaba la ciudad, empezó a sentirse mejor. La princesa se curó de su tristeza.
Ha pasado el tiempo, pero aún hoy es posible dejarse hechizar por la primavera en el Algarve y descubrir los almendros que hacen que este destino sea tan singular.
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